La peculiar alianza entre Donald Trump y Elon Musk ha implosionado en una guerra abierta que resuena en la política y el vital sector espacial. La chispa fue la crítica de Musk a una ley fiscal de Trump, calificándola de «abominación».
Trump respondió con amenazas directas desde Truth Social: «La forma más fácil de ahorrar miles de millones… es terminar los subsidios y contratos gubernamentales de Elon». Esto puso en la mira a Tesla y, crucialmente, a SpaceX.
Musk, por su parte, elevó la apuesta con acusaciones sin pruebas sobre Trump y JEFFREY EPSTEIN, y arremetió contra las políticas arancelarias, llegando incluso a respaldar llamadas a un juicio político.
Las amenazas de cortar contratos no son menores para SpaceX, pilar de la infraestructura espacial de EE. UU. Miles de millones en contratos con la NASA para la Estación Espacial Internacional (EEI) y el Pentágono están en juego.
Un alarmante incidente mostró la delicada interdependencia: Musk amenazó brevemente con «desmantelar» las naves Dragon en la EEI, aunque se retractó. Expertos advierten que un corte de contratos a SpaceX podría ser catastrófico para la capacidad espacial de EE. UU., frenando la exploración y potencialmente otorgando la supremacía espacial a China.
Además de los contratos, el gobierno tiene palancas regulatorias, como la FAA para Starship o la NHTSA para Tesla. La «guerra» entre Trump y Musk demuestra cómo las disputas personales de titanes pueden tener profundas repercusiones estratégicas, dejando el futuro espacial de EE. UU. en la cuerda floja.
“Mira otra vez ese punto. Eso es aquí. Ese es nuestro hogar. Eso somos nosotros…»
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